Llanos plagados de inmundicia.
Pura miseria humana,
esparcida como gritos silentes de una ciudad agonizante
y podrida.
Ojos cansados que vagan por el ocaso.
Arrastrando una esperanza muerta,
cubierta de una túnica ya de olvido roída.
Abrasante rojo que se hunde en las curvas
de aquel cerro hace tantos años violentado.
Alterando demonios, muertos
y pasado.
Esencia corrompida por tanto daño alabado.
En el baño duerme una consciencia.
Vida que se ahoga con tanto hollín de chimenea sucia
y vieja.
Mordedura de ratas que ríen
y se jactan.
Caen los grandes,
con ellos las utopías falsas.
Personas que son juguetes,
relegadas a la nada.
Volviendo a lo triste de la siembra,
esa de penas,
amarguras y sierras.
Odio parido como si nada ya fuera.
Perdón parqueado en la acera.
Dentadura que se pudre de mentiras,
lenguas que saborean la nata de las mismas.
Cuerpos lánguidos lacerados por el salvajismo de esta vida.
Sitiales de seda para bastardos sin consciencia.
Empatía cínica de quien la sobrelleva,
mirando a los ojos con un velo encima.
Perdiendo fe en la existencia
y pensando por qué se vino a esta tierra.
Si hay algo más grande que gobierne al mundo,
ya se ha perdido en la guerra.
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