Y siempre ese tono de sorpresa en su voz, como si los años de costumbre no la hubiesen precavido. Siempre supo que pasaría (¿cómo no?), era sólo cuestión de tiempo; cuando se desayuna pólvora, sólo se puede cenar desastre. Otra vez esa maldita angustia en el pecho, y esa cabeza suya que no ayuda para nada, enredando todo como si ya no fuese demasiado.
- No sé qué hacer... -
Cuántas veces no se cruzaron esas palabras por su mente, cuántas veces no intentó darle respuesta a todas esas preguntas absurdas que la perseguían (sí, siempre, sí). Pocos años recorridos, pero siempre le han parecido una vida entera. ¡Ay! Tan ajena a todo en este mundo, menos a la pena, menos a esa acumulada a látigazo duro en esa pobre espalda tan lastimada, que tiembla de puro miedo a que otro fuetazo llegue y que el dolor le atraviese la carne, hasta calarle sin remedio alguno los huesos ya astillados y el alma ya quebrajada. Y el día pesa, y el día brilla, se le ciega la vista...y es que tanta luz es dañina luego de noches eternas encerrada en sí misma.
Te quiero, me gusta el acercamiento que hemos experimentado en este tiempo. Y sabes que cuentas conmigo, y mis consejos, que a veces pueden ser algo duro, pero son con mucho cariño.
ResponderEliminarArriba el ánimo!
Me gusta la narrativa, pero bueno, algo te dije respecto de esta entrada. Espero sigas deleitándome con nuevas entradas. Se me hacen más que interesantes. Nos vemos amiga mia de mi. Te amo.
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