El pecho se le apretaba cada vez que en él pensaba. La pena le inundaba aquellos taciturnos ojos de invierno, con tan sólo susurrar su nombre. En su cabeza rondaba esa venenosa pregunta innecesaria: "¿Será él acaso, a quien con tanto afán esperé?". Se debaten su mente y su corazón entre respuestas monocromáticas. Y teme de no tomar la decisión correcta. La soledad ya cruel juega en las trampas laberínticas de la pena. Sal que encurte la enmarañada piel de seda, rasgándola con miserias ya sin fe. Y siente que la vida le duele, que se le escapa sin más nada que hacer. Dolores nocturnos que empapan los sueños más profundos de alguna soñadora lejana de los confines inertes de la prórroga insensata. Se llena de vejez no el cuerpo, sino en el alma de hiel envenenada. Tinta negra en sus dedos, manos de dama solitaria que escribe versos de nocturnos y sonatas. Sentimientos disueltos en aquella almohada, mojada con salmueras eternas, ya cansadas. Y la tinta no se acaba, remanece perpetua no sólo en una página violentada por una pluma; remanece amarga y oscura en la psique enferma de amor sin cura. Por favor omite aquel abismo de tiempos perdidos, olvida aquella sima inundada de pesadillas con piel de desvarío. Esperanza silverada que divaga de noche para dormirse en aquella espalda marcada. Y ella no la oye, no la abraza. Rara belleza negada a sí misma, que no es capaz de amar ni a su sangre ni a sus entrañas. Duerme entonces niña de invierno frío, mujer de verano perdido. Olvida el dolor que tañe insistente en aquel caserío, deriva tu mente al campo y deja que allí se entierren vuestra pena y vuestro llanto. Sonríe sincera, deja que se te llene el pecho de miel, permítele a la lluvia de otoño rozar tu piel. Destruye el muro que se levantó de puro orgullo, pon al Sol ese hielo profundo que te congela el corazón. Engalana la vida con valentía y ¡qué importa si tienes temor de enfretarte a esa nada llena de indomables sentimientos y ardiente emoción! Al menos estás viva, aún te late aquel frío y altivo corazón. Sumerge la sutileza de tu inteligencia en las palabras que te salen del alma, permíteles vivir bajo la profundidad misteriosa de tu lozana mirada. Descansa en esa oscura posada que te alberga aletargada, pero no le abras la puerta a la desazón, sólo deja pasar a la calma. Llora si se te aflige la existencia, deja que se evapore esa agua envenenada, pues ya lloverá el invierno y agua dulce regará las semillas hace muy poco sembradas...
Anda muchachita de enero... no doblegues tus dañadas rodillas, al peso de las penurias acumuladas en tu espalda lacerada y adormecida.
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