martes, 28 de junio de 2011

Lentamente... entre la distancia y la lejanía

A veces las lágrimas se esconden tras las sonrisas que sólo se justifican con débiles ganas de recojer el corazón hecho pedazos para creer que atrás queda la pena y que se puede sentir otra vez; aunque duela el alma, aunque se queme el cuerpo... aunque se quiebre de nuevo lo que ya estaba roto.



Cursilería enmarañada con pena y esperanza  


Decisiones en mi mente de mujer enamorada,
razones que estallan una contra la otra,
intermedios que sólo quiebran la confianza.

Pronunciaste un matiz aquella tarde en la plaza,
mis esperanzas ahogadas salían a flote de la nada,
quise mirarte a la cara para decirte cuánto te amaba.

Y caigo a veces en la cursilería por mero silencio,
por pura desilusión aún más en la de la palabra,
no tienes idea cómo cada noche te ansío y te anhelo.

Suelo cuestionarme este descontrol en el alma,
me creía orgullosa dama que no siente ni ama,
esencia feminista que hoy por hoy se desangra.

Arisca y silenciosa fiera de naturaleza salvaje,
contra mi irracional voluntad estoy a tu ser atada,
detesto admitir que tu existencia calma mi rabia.

Tu voz no dice lo que a tu pecho se le escapa,
permites que mi sed te busque como al agua,
no eres capaz de detener la brisa de mi mirada.

Se me retuerce la vida más de lo que ya estaba,
pero no puedo culparte por ser ese hombre,
el que me desarma y la respiración me arrebata.

Mi débil razón intenta convencerme de un adiós,
dice que es demasiado grande el dolor que cargo,
que no seré capaz de soportar más lágrimas.

Aún después de todo el fuego algo de orgullo queda,
no quiero mendigar tu tiempo, tu amor o tus palabras;
estoy demasiada cansada de amar sin ser amada.

Pero temo tanto como noche sin luna estrellada,
de que no amanezca más y me pierda en la nada,
en la inmensidad de tu olvido totalmente desterrada.

Sin embargo intentaré dormirme calmada y serena,
dejándome abrazar por la delgada esperanza,
de que cuando ya no esté frente a ti me extrañes,
de que sientas la necesidad de volver a mi mirada.

Y así es el debate constante cada noche cuando cae fría y a veces deseperanzada. Se retuerce todo, se complica la nada...