lunes, 30 de enero de 2012

Altazor (prefacio (fragmento))



Mi paracaídas empezó a caer vertiginosamente. Tal es la
fuerza de atracción de la muerte y del sepulcro abierto.
Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de
la amada. La tumba abierta con todos sus imanes. Y esto te
 lo digo a tí, a tí que cuando sonríes haces pensar en el comienzo
del mundo.
Mi paracaídas se enredó en una estrella apagada que seguía
su órbita concienzudamente, como si ignorara la inutilidad de
sus esfuerzos.
Y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar
con profundos pensamientos las casillas de mi tablero:
«Los verdaderos poemas son incedios. La poesía se propaga
por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos
de placer o de agonía.
»Se debe escribir en una lengua que no sea materna.
»Los cuatro puntos cardinales son tres: el Sur y el Norte.
»Un poema es una cosa que será.
»Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera
ser.
»Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá
ser.
»Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado
por el viento.
»Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería
loco.»
Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha,
me lanzo a la atmósfera del último suspiro.
Ruedo interminablemente sobre las rocas de los sueños,
ruedo entre las nubes de la muerte.