jueves, 26 de agosto de 2010

Siempre uno, siempre el otro

Las palabras recaen en mi corazón, siempre diciendo lo que hay en él, eso que intento esconder, eso de lo que siempre intento rehuir...


Egocentrismo en blanco y negro


Sé que no todo gira en torno a mi ser,
una soledad cruenta me lo ha enseñado bien,
pero por mi mente se cruza una y otra vez:
“¿Todo lo trágico converge en mi pálido existir?”.

El corazón se me endureció con caídas,
la espalda se me quebró a palos,
se me ajaron las mejillas de tanto llanto,
el alma se me secó de dolor profundo y ahogado.

Nací bajo una mala alineación de los planetas,
quizás el universo entero conspiró a espaldas mi pena,
el brillo de las estrellas se opaca ante mi presencia,
la sonrisa de la Luna se torna una dolorosa mueca.

Mi vida es un intento eterno por ver la luz,
y no puedo, no lo logro, no quiero...
Me hundo en cada momento que sufro,
voy hasta el fondo con cada plegaria que rezo.

Soy ermitaña en mi propia fortaleza de piedra,
me encierro en silencios odiosos, interminables e intensos.
Soy ajena a todo lo que respira en esta tierra divina,
una reina de hielo muy alto en algún cielo adverso.

Equivocación inequívoca encierra mis lamentos,
es dolor puro lo que me hace ir a ese centro oscuro,
y es que no pueden culparme de tal viaje siniestro:
¿se puede sufrir tanto en este mundo sin receso alguno?

martes, 24 de agosto de 2010

Volviendo...

Durante mucho tiempo se ha reprimido al corazón, pero he aprendido que no vale la pena, pues se quiera o no, sentimientos y emociones hallan su camino a esta vida.
Bueno, creo que esto será algo así como una presentación, sin embargo soy de la idea que la elocuencia es mejor que el discurso preparado así que os dejo esto...


Ego sum qui sum


I
Soy lejana, inalcanzable e indomable.
Nadie conoce mi ternura casi inerte;
sólo se presenta este corazón nocturno,
este corazón de tanta pena indolente.

II
Soy de sonrisa tímida y cínica.
Son años tras aquella cortina;
me aleja de lo que me hunde,
me aleja de lo que me asesina.

III
Soy tan silenciosa y melancólica.
La noche me abraza con dolor;
lloro en sus brazos de terciopelo,
lo que alguna vez tuve ya no lo tengo.

IV
Soy sarcástica y poco amable.
La soledad me ha vuelto huraña;
no quiero saber del mundo ni de nada,
por favor vuelve a intentarlo mañana.

V
Soy cambiante como los días de otoño.
Alegre en un instante, triste en el otro;
de día se me llena el rostro de sonrisas,
de noche el llanto me cubre las mejillas.

VI
Soy de carácter fuerte y obstinado.
Guerrera incansable en la discusión;
salvaje si se me hiere con intención,
apasionada si se me escapa el corazón.

VII
Soy de pensamiento volátil como brisa.
Mi imaginación está atada al universo;
soñadora planetaria y ausente,
mi mente yace escurridiza en la vía láctea.

VIII
Soy mujer de encantos misteriosos y ocultos.
No se puede explicar la materia negra;
mis ojos son de estrellas,
mis labios de luna llena.

IX
Soy constante como el mes de Enero.
Nací bajo la estela de Saturno;
 a veces rígida y metódica,
a veces desordenada y revoltosa.

X
Soy Capricornio, soy cabra de montaña.
Vivo en la décima casa;
solitaria y altiva por defecto,
melancólica simple y llana.

XI
Soy de mármol blanco, soy de cristal frágil.
Mi corazón es duro, y mi alma es delgada;
puedo provocar tanto, tanto daño,
me puedo quebrar en mil pedazos.

XII
Soy común y corriente, como cualquier otra.
Mujer después de todo, mujer al fin y al cabo;
mi boca pronuncia mentiras para callar mis ojos,
y es que se me desboca con tu presencia el alma.

XIII
Soy única e inconfundible.
Sol ardiente, estrella lejana;
difícil de recordar,
imposible de olvidar.

XIV
Soy de piel blanca, inmaculada y tersa.
Mis caderas son de monte ario;
este pecho virgen y agitado,
muslos tiernos e inalterados.

XV
Soy de pasión tan arrebatada y pura.
Es imperdonable el fuego de mis piernas;
mi espalda se estremece,
se entrega mi cintura.

XVI
Soy como flor silvestre en el campo.
Naturaleza simple y salvaje;
corazón soberbio,
alma distante.

XVII
Soy egoísta e insensata.
Niña tonta e inmadura;
lloro por amor de hombre,
¡qué pena tan vana!

XVIII
Soy mártir por voluntad propia.
Se apoyan en mí los que amo;
¡qué importa si se me parte el alma!,
¡qué importa si nunca digo nada!

XIX
Soy lenta y atolondrada.
Reacciones aletargadas;
la vida se me acurruca,
bajo siempre la mirada.

XX
Soy tan escéptica y desconfiada.
Mi propia sombra me aterra;
no creo ni confío en mí nunca,
no cuando se me descontrola el alma.

XXI
Soy mujer e incomprensible.
Esencia indescifrable;
tanta palabra,
y tan en blanco.

XXII
Soy tan sólo como puedo ser.
Tengo tantos motivos como heridas en el alma;
me duele todo,
no tengo nada.