miércoles, 30 de marzo de 2011

Derechos conexos al derecho de autor

No puedo negar que es bastante (por no decir excesivamente) tentadora la idea de que alguien me pertenezca, sin embargo trato de mantener a flote aquella naturaleza equitativa que alguna vez me fue inherente, ergo, renuncio a aquel título de propiedad. Pues debo sacar algo a relucir a la luz; soy mujer de Tierra, no soy de ningún hombre, ni mucho menos de su pertenencia. Y aún así, se me pierde la voluntad al estar contigo, simplemente se me desvanece. Eres hombre de Octubre, me haces perder todo, sólo por estar vivo, sólo por respirar. Se gestan tantas cosas en mi mente; recuerdos, deseos y anhelos que sólo a mí me pertenecen, sólo yo soy la autora de dicha novela. Sin embargo, me acecha el plagio, y es constante y persistente; se apropia de lo que quiero sólo mío, de lo que me pasa aquí dentro. Y la existencia tuya se imprime en mi cabeza, y con tu sello de agua me salen las palabras, entintadas de tu mutismo que enerva, que irrita, que arde, y no logro devolverles mi autoría pura, esa de mujer indomable, orgullosa, ardua y sola como Luna. Mi obra sin título, cae en las profundidades del juego nefasto y fútil de la palabra; discurso eterno, monótono y excesivo, sin un final claro, sin un final escrito. Mi corazón es mío, sólo mío, y me acoje el derecho innato de su propiedad eterna. Pero tus ojos registran en mi piel lo que siento, nada más con mirarme te cedo los derechos. Legalidad absurda que debiera ampararme, pero ¿cómo diablos protegerme del intelecto tuyo, y del cuerpo ese que me agita y altera las pasiones?. Me declaro obra literaria en proceso, incompleta, y quiero que sólo mi palabra proceda, que sólo la imaginación mía navegue a ese final convexo que me espera. Mas no puedo negar que voluntad poca queda, y que sin querer reclamas todo; tanto le gana el caos a la calma, que sin querer lo ordeno en bandeja de plata. Estoy firmando sin siquiera darme cuenta, la cesión irrevocable de los derechos sobre mi corazón, mis pensamientos y mis sábanas blancas.



Jael Díaz Ubilla © 2011. Todos los derechos reservados a quien diablos sabe me subleva.

domingo, 27 de marzo de 2011

Lo que es

Para iniciar el párrafo, diré que no puedo negar que durante la semana, mientras los días pasan, me dan unas ganas terribles de llamarte o mandarte un mensaje. Y es que me dan unas ganas terribles de saber de tu persona; unas ganas aún más terribles que las de llamarte o mandarte un mensaje, lo admito y lo requetecontra admito (¿?). Pero, hay que irse con cuidado, despacito por las piedras como decía mi nada santo abuelo, y por eso se me viene siempre a la mente esa cosa que dice la gente vieja que de puro vieja es sabia, y bueno también lo dice esa gente que de puro vanidosa quiere ser sabia... la curiosidad mató al gato. Punto seguido, mi estúpido orgullo de mujer contemporánea (y es que "moderna" es un término mal aplicado. Aunque bueno, pensándolo bien, no tan mal aplicado después de todo si tomamos en cuenta el significado contextual de la palabra "moderna". En fin, ya se me están arrancando los enanitos para el bosque, eso es harina de otro costal) me lo impide. Sí, el interés es grande, sin embargo yo no ruego... a un hombre jamás (y ahí va de nuevo ese orgullo tonto y contemporáneo). Pero bueno (siempre hay un pero, si no lo hubiese la cosa sería bastante plana, predecible y aburrida), ayer te busqué. Apliqué esas reglas conversacionales que desde pequeña me han enseñado, para iniciar precisamente una conversación, o al menos para conseguir un pequeño intercambio de palabras, pero tu respuesta no llegó. Me acosté a dormir después de unos cuantos cigarros (muy tarde por cierto y recordando cada vez que aspiraba el humo que no te gusta que fume) y me olvidé del asunto. El día pasó como pasan todos los días (¿de qué otra manera puede ser? Aún así no es algo tan obvio) hasta que en mitad de la tarde, sonó en mi teléfono ese pequeño extracto de una canción en la que una señorita cuenta hasta tres en ruso (cada vez que suena me exalto, pero como que me agrada) y eso inequívocamente es señal de algún mensaje. Cuando tomé el aparatito ese con la intención de ver de quien era la cosa, lo hice con otro nombre en mente, pero voilá! (la típica palabra en otro idioma para que la gente crea que una es culta) Para mi sorpresa, era TU nombre el que aparecía en esa pantalla. Y no pude evitar sonreír como lo hago cada vez que aparece TU nombre en esa pantalla. Y por más que trato, no puedo entender mucho el significado de esas palabras, pues quiero entender lo que son, y no lo que yo quiero que sean. Pero bueno, así nos entendemos, creo que no podía ser de otra forma... y es que es lo que es. Punto final.


P.S.: Me quedó dando vueltas en la cabeza... 

lunes, 21 de marzo de 2011

Naturaleza concedida

Mujer de sinuosos gestos con el mundo vivo,
rara belleza sureña, misteriosa hasta el hastío.
Solitaria mariposa sobre la flor entre el gentío,
colores bellos en las alas, mas volando sin tino.

Desenvuelta hablando con extraños desconocidos,
hecha de porcelana tersa, virgen estrellada y existente.
Desenfrenada y torpe bajo tus ojos dormidos,
viviendo lejos de todo, respirando mi corazón latente.

Pasión silverada de naturaleza salvaje y hosca,
primitiva sed de esa forma tuya de ser tan tosca.
Duda mi mente si acaso soy estrella en tu universo,
se disipa todo cuando me cruzo con tu ser convexo.

¡Cómo reprimir en mi pecho el deseo de Sol ardiente,
cuando tu nombre se me viene a la mente!
Y es menester imposible, voluntad perdida;
la declaro sólo tuya, pues ya no mía.

jueves, 17 de marzo de 2011

Nietzsche y Wilde tenían razón

Y aquí me hallo, huyendo una vez más de la rutina que debo seguir, pues la vida, ya no mía, continúa su cauce con ese poder innegable de la existencia misma, que ya no me cobija en la dulce permanencia terrenal pues he perdido mis raíces, y se secan al aire de esta espera por el invierno mojado y frío. Mis sonrisas son sinceras, y aun así siguen siendo sólo un débil intento por recobrar la calma. ¿Es acaso egoísmo mirar la vida, dejando atrás a nuestros muertos? Y duele pensar que el volver a reír es olvidar el dolor de su ausencia, que el continuar el camino es una burla a su partida, y no lo es, mas así se siente...así lo siento. Me obligo cada día a levantar la vista en los amaneceres, a disfrutar la tibieza del Sol naciente, pero no siento más que el frío matutino que acaricia mi piel y envuelve mi corazón baldío. Anhelo días fríos, anhelo creer que la naturaleza misma llora conmigo y perderme así en las notas tristes de la música que me evoca melancolía por aquellos que se me han ido. Se me agita el pecho cuando escucho la dolorosa armonía de las canciones que me acompañan, se me retuercen las tripas pensando brutalidades al compás de lo que mis oídos tragan. Me duele tanto, pero necesito perderme en la música que me embarga de nada más que tristeza, pues, es en la oscuridad de la tristeza declarada donde mi sanidad mental se mantiene resguardada. Ya una vez abracé la locura compleja y llana, ya una vez toqué ese fondo del que todos despavoridamente escapan, ya una vez me perdí en la miseria de mi taciturna naturaleza capricorniana...y no, ya no tengo fuerzas para sobrevivir si se me vuelve a ir la mirada. ¡Y cómo odio exponer mi debilidad al escarnio público! Sin embargo, no me queda ya más nada, sólo reconociendo esta pena infinita que ya me consume esta alma oxidada, podré salvarme de aquel amargo calvario de mi pasado. Y no es mera terquedad esta actitud mía, de querer evocar mis fantasmas para aullar mi dolor como lobo salvaje bajo una Luna de plata; no conozco otra manera de limpiar mi corazón de las astillas que lo desangran y lo atan, como losa de sepulcro frío lleno de misterio preso de hiedra amarga. Debo sollozar en silencio las notas que fluyen a mi alrededor, debo vaciar la miseria de mi interior; no quiero seguir siendo la pobre niñita olvidada que no se permite amar, no quiero seguir siendo la pobre niñita tonta que teme ser amada.

martes, 15 de marzo de 2011

Raíces desenterradas

La mente se obstina en encontrarle respuesta a eso que da vueltas una y otra vez en el flujo mental, eso que atormenta en cada cuota de misterio que aumenta con el dolor de la ausencia sumada a la pérdida...¿cómo volver a esta tierra, cuando se ha perdido lo único que nos mantenía en ella? Y se me va el tiempo en este cuestionamiento amargo como hiel, pues lo que me arraigaba a esta vida se me ha ido al universo, y desde allá brillará, iluminándome con su luz temblorosa desde esa distancia dolorosa que perturba mi tranquilidad ajena a esta realidad perpetuamente agitada. Y es que el dolor es tan grande que parece imposible demostrarlo o expresarlo con palabras ¿le hace justicia alguna a esta herida en mi pecho, compararla al ardor constante de mil Soles rojos y eternos? ¿se refleja acaso la pena vuelta a nacer con fuerza en mi pecho, si digo que es una imagen dantesca como mil perros negros y enfermos vomitando? En cada sinapsis se me ocurren palabras más dolorosas que la anterior, y me duele el alma sólo de pronunciar su cuerpo y saborear su significado. Siento la necesidad de extirpar esta amargura que me apaga y me mata, pero ¿cómo no morir en el intento de arrancarme esta pena odiosa de las propias venas azules que recorren mi piel más blanca y fría que nieve, de pura falta de perdón y olvido? Remordimientos que se clavan como cuchillos en el mismo aire que respiro, y trato de no ahogarme, pero se me perfora la vida misma al sentir que poco a poco ya no existo. Sé muy bien que mañana el Sol saldrá por el este, mas yo seguiré escondida en esta obscura cabaña que se hace cada vez más pequeña para contener a semejante bestia salvaje existente bajo mi tranquila apariencia, y todo por aguardar a esa Luna triste y soberbia que dirige la sonata que suena al ritmo de mis lágrimas y mis penas. Sonreiré en algún amanecer tímido de invierno, lo sé, pero para eso aún falta llorar lo contenido en este pecho virgen; solo, dolido y olvidado por mi tonta manera de cargar con mis penas.

jueves, 10 de marzo de 2011

De noche, las palabras suelen entremezclarse con los sentimientos

P.S.: Sí, sí, sí...tanta verborrea que vomita el alma. 
A veces miro el paisaje de mi vida como una inmensidad de agua eterna y aparentemente quieta, sin embargo ¿qué se enmaraña en ese fondo oscuro, frío y desolado? Vidas pasadas, vidas ausentes... todo converge en esta existencia pálida y emergente. Sentimientos atorados en mi pecho agitado e impaciente, se me atolondra el alma en cada intento fallido de esta mente mía, por dejar de reprimir lo que esta niña hecha mujer siente. Palabras en un universo lejano, que extrañamente llegan a los recovecos de mi vía láctea, provocan a la melancolía que acecha cada noche cuando la Luna brilla soberbia sobre la vida. Preguntas que ya de pura costumbre mi boca responde; respuestas creadas por rutina y cortesía, al fin y al cabo son sólo respuestas vacías. Noche a noche me pregunto, sin descanso alguno a lo que mi mente solicita, sin descanso alguno a lo que mi corazón necesita: "¿Cómo reconocer esta pena que me consume y aflige, sin cargar sobre mis hombros (una vez más en estos años recorridos) el estigma de ser mujer sumida en tinieblas por mero capricho y rebeldía?". Sólo los románticos entendemos a la melancolía; sólo nosotros sabemos cuán seductora puede llegar a ser la soledad, quiérase o no su compañía. Y aquí está, siempre en mis noches, inmiscuyéndose en mis anhelos guardados con ese recelo enfermo que nació con mis primeras lágrimas siendo aún niña, dulce, inocente, dócil y generosa... ¡qué tonta!. Reina de hielo enclaustrada en desconfianza atada a mi mente, y más aún, arraigada en el alma mía. Y es mi lecho frío que lo reclama, mas no puedo pronunciar ni siquiera mi triste y débil plegaria, pues han sido tantos los años de silencios insoportables, que ya he olvidado cómo sin miedo se ama.