viernes, 8 de noviembre de 2013

¡Cómo adoro a esta mujer!

Quizás algunos de ustedes la conozcan.  Y es que bueno, su reputación la precede. Alessandra Rampolla es una sexóloga, presentadora de televisión y escritora puertorriqueña radicada en nuestro país vecino, allende Los Andes.

Esta hija de familia católica, educada de manera tradicional en colegios religiosos, comenzó a los 17 años un Bachillerato en Literatura Francesa. Pero al término de este se enfrentó a la interrogante "¿y qué hago ahora?". Fue allí cuando escuchó las providenciales palabras de su cuñado médico, esposo de su hermana, quien también compartía esa profesión: "Tú te la pasas hablando de sexo con tus amigas, ¿por qué no haces algo con ello?". ¡Y vaya que le acertó su cuñadito!

Alessandra cuenta con una maestría en Terapia Matrimonial y de Familia. Hizo un doctorado en el Institute for Advanced Study of Human Sexuality en San Francisco. Se graduó con títulos en Educación Sexual, Sexología Clínica, Erotología, Prevención de ETS y Reestructuración de Actividades Sexuales. Esta reconocida sexóloga, además de sus muchos títulos hace las veces de columnista en diarios y revistas. Tiene a su haber cuatro libros publicados: 'Sexo : Y ahora... ¿qué hago?' (2006), 'La Diosa Erótica' (2008), 'Sexo: Y ahora... ¿qué digo?' (guía para padres) (2011) y 'Juntos y revueltos... ¿para siempre?' (2012). También ha participado en distintos programas de televisión, tanto propios como segmentos de sexualidad. 

Pero más allá de sus títulos universitarios, sus libros y su prominente carrera televisiva, lo que me encanta de esta mujer es la manera en la que se desenvuelve en el tema de la sexualidad humana. Algo que debiese ser natural, pero por alguna razón no lo es. Recuerdo que la primera vez que la ví, cuando era yo una adolescente, fue haciendo zapping. De pronto me topé con esta guapa mujer en el canal de cable Fox Life, que en aquel entonces transmitía su programa 'Alessandra a tu manera'. Dejé el control a un lado y me senté a escucharla. Durante esos años de adolescente acomplejada, el peso era un tema para mí y me insegurizaba. Y de pronto veo a esta puertorriqueña de talla grande (y es que como ella mismo dijo, ha pasado por todas las tallas habidas y por haber) tan coqueta, tan buenamoza y más encima hablando de sexualidad. Me transmitió una seguridad personal única, algo que para mí era esquivo. De ahí en adelante, junto con la madurez física y mental mi visión personal comenzó a cambiar. Me sentí más segura de mi cuerpo, ergo, empecé a relacionarme con mi sexualidad. Dejé de reprimir mi coquetería natural y mi manera de desenvolverme cambió.

No hace mucho, la encontré como invitada en un programa nocturno chileno y me quedé prendada del televisor hasta altas horas de la noche. Y es que la encontré tan picarona y asertiva como siempre. El escucharla, me hizo volver al análisis de cómo se toma el sexo en Chile. Ahora que soy una mujer con menos tapujos y trancas que antes, no entiendo por que se sataniza el hablar libremente de sexo. Por qué el afán de querer esconder lo que es parte de nuestra naturaleza como animales de sangre caliente y ser humanos. Es casi imposible iniciar una conversación sobre sexo sin que haya risitas y bromas a veces fuera de lugar. Creo que sería sano para una sociedad como la nuestra, tan mojigata y cínica, el que se abra definitivamente la manera de pensar sobre este tema sin condenarlo ni ridiculizarlo. A fin de cuentas, la satisfacción sexual ayuda a sentirse más animado, a que la piel sea más tersa. Una buena relación sexual hace las veces de una sesión de cardio. Y bueno, tantas otras cosas más que se han comprobado, pero que aún así, la gente se niega a creer. No olviden, cuando se haga el aseo en la casa, no hay que barrer todo el polvo... algo hay que dejar por ahí.

domingo, 23 de junio de 2013

Amor Platónico

Más de alguna vez, hemos escuchado el término "amor platónico". No pretendo caer en explicaciones filosóficas respecto al concepto, pues no soy quien para darlas ya que mi conocimiento es precario. Sólo me interesa el significado popular dado a la expresión, con el cual todos nos sentimos familiarizados, pues alguna vez lo hemos sentido, o al menos hemos creído sentirlo.
Un "amor platónico" es aquel que tiene como principal característica la imposibilidad de ser correspondido, por lo cual remanece como algo inalcanzable, siendo tan sólo el ideal de algo que no será.

Quizás algún artista famoso que nos robe más de algún suspiro, o por qué no, hasta un profesor puede llegar a alcanzar esa categoría en nuestras más intimas fantasías. A lo mejor no tan íntimas, cuando las compartimos con alguna amiga en una noche de copas.

Pero de pan no vive el hombre, ni tampoco de fantasías ni ideales.

En mi limitada experiencia de vida, he conocido a más de alguna señorita que se queda en esas ideas principescas. Incluso estando en pareja. Y no me mal entiendan, no quiero criticar a quien se alimenta de sueños (también son parte de mi dieta) pero creo que en lo que respecta al amor, los ideales pueden llegar a ser peligrosos. No hay nada de malo en buscar a tal o cual tipo de hombre. Pero una debe respetar a quien tiene al lado, y querer cambiar a esa persona de acuerdo a un "ideal de hombre" personal, chequeando una lista imposible de cualidades guardada en el bolsillo, en mi humilde opinión, está muy lejos del respeto por la pareja. Y del respeto propio, pues a fin de cuentas cuando una dama llega al final de una búsqueda infructuosa, comienza con cuestionamientos que no le hacen nada bien a la autoestima, como "¿seré yo?", "¿tendré algo malo?", "¿no seré lo suficientemente bonita?" y blah, blah, blah... y el amor propio comienza a menguar peligrosamente. Y si una no se quiere, es bien difícil saber lo que se quiere de otra persona. Tal parece que hay que partir por casa, sino el río siempre va a arrastrar agua turbia y nunca diáfana.

jueves, 30 de mayo de 2013

Femineidad

De un tiempo a esta parte, me ha dado vueltas repetidamente en la cabeza, la relación entre cómo se vive la femineidad y el cómo una se relaciona con su entorno. Cuando era adolescente, creía que eran temas apartes, que lo que una vivía en silencio, no tenía que ver con la forma de interactuar con el resto. Sin embargo, hoy por hoy, me doy cuenta que son dos cosas que van inevitablemente de la mano. El aceptarse como mujer, en todo lo que eso conlleva, respetarse y quererse, es de una manera u otra el proceso más liberador que se pueda sentir. A mis 25 años, miro hacia atrás, lo que fue mi pubertad, mi adolescencia, y sólo veo a una jovencita con muchas trancas, baja autoestima y con la cabeza inundada de lo que hoy la sociedad acepta como bello. En resumidas cuentas, una incipiente mujer sin ningún indicio de aceptación personal. Nunca fui especialmente atractiva, nunca fui aquella que llamara la atención en el patio o pasillos del colegio; nunca fui del gusto masculino. Más bien, era la que se sentaba en el rincón, poco sociable, de carácter fuerte y un tanto seria. Siempre tuve opinión para todo, pero mi interés iba por cultivar lo intelectual, dejando de lado lo personal. Error el mío. No me consideraba, ni me sentía bonita. En ese momento, creía que mi apariencia física era lo que me "había tocado" y mala suerte la mía. Pero ¿y qué pasa con la actitud? Nunca pensé en esa palabra, sino hasta unos cuantos años más tarde. Ya entrada en los veinte, la consciencia sobre mi apariencia, y en especial sobre mi cuerpo cambió. Comencé a sentirme mujer, sin la necesidad que un tercero me lo hiciera sentir. Comencé a valorar lo que yo sentía. En un principio, la vergüenza era casi inevitable, pero después, me di cuenta que era aún más vergonzoso el querer esconder las necesidades físicas bajo las "buenas costumbres" o "buena crianza". No hay nada malo en expresar algo que es natural para los de nuestra raza: el sexo.

Antiguamente, se suponía que una dama no hablaba de "aquellos" temas. Pero incluso hoy, es condenable socialmente el que una mujer lo haga, sin tapujos ni vergüenzas. Inmediatamente, se le tilda de algo que no es. Mojigatos. Siempre viendo la paja en el ojo ajeno. Pero a la larga, creo que son aquellos que juzgan a los hedonistas, quienes más trancas tienen con ellos mismos y prefieren levantar la alfombra, y echar el polvo debajo de ella. Pena por ellos.

Con los años, me di cuenta que la aceptación, tiene que ver con lo que yo pienso de mi, no con lo que el resto pueda llegar a pensar. Eso, es querer encajar a la fuerza. Y la importancia de aceptarse tal como una es, tiene que ver con una búsqueda de satisfacción personal, pues una vez ahí, lo que yo proyecte en los demás va a depender de mí y no de ellos. Nadie dice que sea fácil, pero el conocerse hace que una se enfrente al mundo de manera distinta; es saber lo que me gusta, cuales son mis límites, cuales son mis necesidades, cuando me siento cómoda y cuando no. Que es lo que quiero compartir, y por sobre todo con quién lo quiero compartir. Es como obtener la habitación propia de la que habla Virginia Woolf en su manifiesto. Pues, al final, las riendas de nuestras vidas, sólo podemos manejarlas nosotras. Nadie más. Todo el proceso de aceptación, puede a veces, tardar años. Pero cuando finalmente llega, es casi increíble como la gente que a una la rodea nota un cambio. Suelen verla más feliz, más atractiva, más interesante, más desenvuelta. Y sin pretender caer en la vanidad, debo reconocer que es gratificante. Cuando se está a gusto consigo misma, es fácil reconocer un cumplido de un halago, y es mucho más fácil disfrutarlo.

Alguna vez oí por ahí: "parecí perra envenená". Me pareció una frase fuerte. Pero cuando la autoestima es baja, vaya que es cierto. Nada brilla, la apariencia completa es opaca. Pero todo cambia, aunque a ratos pareciera que no. Quizás sean percepciones muy subjetivas, pero es como si la piel fuese más tersa, el cabello más sedoso, los ojos más brillantes, e incluso traviesos, ¿por qué no? Después de todo "la consciencia es la voz del alma; las pasiones, la del cuerpo."


lunes, 15 de abril de 2013

Rosewood (chapter ten)

  "It's too beautiful a night." But his eyes were on her, not the night.
  Millicent's hair was out of its usual tight bun and flowed freely down her shoulders and back like a dark cape. It reached to her hips, a sensous, silky cloak of femininity. The straight line of her lips had softened; indeed, her whole face had, and her eyes were huge and dark in the moonlight.
  "I have thought many things about you since I moved to Emmetsville," he continued in a soft, almost meditative voice. "But this is the first time that 'beautiful' has been one of them. Interesting, yes. Irritating, definitely." He grinned. "Strong of character, even warm - though I think you try your best to keep that hidden. Intriguingly full of undercurrents." He paused. "But why have I never noticed before how very lovely you are? How huge your eyes are. How soft your skin."

martes, 19 de marzo de 2013

Mudanza nocturna


Allá van los que alguna vez quise,
allá van los que me robaron el alma,
alejándose de noche, al sur de las entrañas.
No sé explicar esto que siento,
no sé si es alegría, pena o rabia.

Se enmaraña en mi mente la justicia divina,
se expían las culpas pasadas,
pues ya no hay glorias dormidas,
ni cruentas pesadillas a los pies de la cama.

Es el polvo del recuerdo enjugado con lágrimas,
melancolía de mis muertos que aún me hablan;
vienen del ocaso sin cadenas en la espalda,
me sonríen en las estrellas con calma.


martes, 26 de febrero de 2013

Tinta de Eros


Qué hiciste de mí, hombre misterioso,
pues mi cuerpo ya no puede dormir.
Entumeciste mis sentidos con tu presencia,
mis respiros te llevaste con tu ausencia.
Es tu voz de café, la que amarga mis sueños;
nunca fuiste mío, aun así mis piernas buscan tu abrigo.
Son mis noches, nidos de anhelos vacíos;
grito tu nombre bendito, al caer el rocío matutino.
Esperanzas vanas, de tenerte aquí conmigo;
aferrado a mi pecho, en mi espalda perdido.
Me envenena la esencia de tu ser divino;
la ilusión de tu cuerpo griego, duerme conmigo.

Eres mármol blanco, sólo por mi deseo cincelado;
el ardor de tu cercanía, consume mi aire.
Ya no logro dejar de estremecerme en tu recuerdo;
estás muy dentro, anidado en lo más profundo de este pecho agitado.