martes, 27 de marzo de 2012

Bohemia sucia

Juventud que se borra en el intento
patético de retenerla.
El consumo de una sociedad
roída de vicios y violencia.
La materia se corrompe
y se olvida.
Sólo esencia sobre cuerpo prevalece.
Lo que se refleja en el espejo,
cambia en el segundo en que se pestañea.
Se saboreó el vino en la garganta,
y al momento del destierro,
se retuercen los sentidos.
Estatua de sal que se desploma de hastío,
cae el sereno enmudeciendo al ruiseñor
en el patio del caserío.
Opio que coagula el cerebro,
cada vez son menos las sinapsis.
Se saliniza el agüa
y se hace sangre.
Un álamo y dos sauces.
Estero antes húmedo,
ahora puro polvo en el rostro partido.
Ya no basta el deseo ni el oxígeno,
sólo importa el plástico
y el fermento vacío.
Mugre que opaca el gemido bruto del ser humano.
Canibalismo como nunca antes sentido,
como nunca antes llevado a cabo.
En lo inmenso se pierde lo apetecido,
se horroriza con la negrura del patíbulo.
Carne de fuego desciende del destino,
incendiando la voluntad de vivir en un paraíso.
 Anhelando lo prohibido,
niños hambrientos que caminan perdidos,
con los pies rotos
y el digno apellido hundido.
Soles que se enfrían
como corazón sin torrente sanguíneo.
Aneurisma de cinismo,
imberbe dolor de cabeza clandestino.
Nervios torcidos de existencia tensa,
desgracias compartidas
y penas acumuladas.
Tumba de los demonios del pasado,
que amenazan desenterrar lo ya pisado.
Cocaína en el tabique,
heroína en la vena,
muerte súbita de la putrefacción podrida.
Estado vegetal de la esperanza,
derrame cerebral de la ilusión tonta y deseada.
Luna plateada que baña la inmundicia ajena,
que ya no lo es tanto en una segunda vuelta.
No hay oropeles ni zafiros
capaces de borrar la suciedad que se impregna.
Desconocidos sin honor,
pasado que hiere sin compasión.
La clemencia es cosa del siglo pasado.
Ya nadie se preocupa por el del este,
el del sur, el del norte
y mucho menos por el que muere en el ocaso
allá en el oeste.
Los cristales son todos cóncavos,
no hay espacio para lo convexo.
No convergen los destinos,
sólo diverge la vida externa.
Se difiere de lo que fue la existencia.
Bondad que se encadenó
con la llave arrojada al mar.
Cordura mental que se va como arena en el viento,
humo de tabaco creando pensamientos;
un poco locos, un poco cuerdos.
Viajando y llegando
con sensación de ausencia,
viendo de la nada bosques encendidos,
consumiéndose como si nada pretendieran.
Con la muerte susurrando epitafios al oído,
se muere un poco
en cada intento de desparpajo y olvido.
Ojos desorbitados que miran estrellas fugaces,
basura celestial sin un final,
sin un fondo,
sin especies arrimadas.

No existen palabras que se paseen
por el canal auditivo.
Menos existe un mensaje que se albergue
en el músculo bajo el pecho vacío.

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