miércoles, 13 de abril de 2011

Casa de orates

Serviría de algo preguntar: "¿por qué a mí?". La verdad es que sería perder el tiempo en preguntas inútiles sin respuesta. Y es que cómo extraño aquellos, mis sueños de una vida idílica perdida en la inmensidad de la nada, entregada al silencio y con las letras fluyendo como torrente de agua cristalina por mis dedos. Sí, ya sé que eran anhelos de niñita ilusa que poco o nada (me inclino por la segunda) sabía de esta vida. Porque los sueños son sólo ilusiones vanas carentes de sensatez piadosa... ¡cómo quisiera no acordarme de ellos! No hay peor castigo que desear lo que no se  tiene; ya sea de carne y hueso, o mero destino. Yo que soy mujer de silencio hasta el mismo hastío, yo que soy mujer ajena al tedioso gentío, yo que soy mujer de mente volátil en un mundo perdido, yo... yo soy mujer que tiene que perecer entre ruido molesto, creación constante de la falta de consideración por el vivir ajeno. La paz ya no vive en esta coraza, sea noche o sea día, y es que todo lo bueno se ha ido... se ha llevado consigo la calma, esa que nacía de los cimientos mismos de este, hogar tan bello de antaño que solía llenarme nada más que de sonrisas y esperanzas. Gritos de locura agitan mi sueño, desbaratan una estancia tranquila y me remecen hasta el alma. Y escapar es lo único que quiero, pero ¿cómo diablos correr y dejar atrás esto que me tiene presa desde las entrañas y me encadena a la infame estancia? No soy el único ser con las alas cortadas, no soy el único Ícaro caído en desgracia... algunos de mis deseos fluyen no sólo por mi sangre, sino que también por la de ellos. Si he de aferrarme al palpitante brillo que entra por la ventana de una estrella que muere allá en alguna galaxia, podéis llamarme loca por creer en la lúgubre esperanza que tañe aún desde muy lejos, pero a decir verdad pueden llamarme como quieran, a estas alturas de la vida ¿qué más da? ¿por qué mierda me ha de importar? Tantos epítetos coleccionados, tanta blasfemia miserable y envidiosa que ya el morbo patético ese me curtió la piel. Quien no debe no teme, y es que no temo por deber... temo por esta posibilidad odiosa que acecha volando en círculos constantes como buitre, de perder la sanidad mental entre tanta locura enfermiza esparcida por este terreno yermo y abandonado a su suerte. Olvídate de una vez por todas de los lazos lejanos y los genes trastocados; sólo la mujer que con sudor y lágrimas me parió, sólo el hombre que su apellido tan digno me dio, ellos y nadie más que ellos son mi nexo a esta tierra... sólo ellos son mis ojos y sólo por ellos debo ver. Más allá de las madejas complejas e insurgentes sólo hay barullos que nada bueno dicen, sólo se pierden en rencores absurdos, en recuerdos distorsionados... no puedo permitirles que me afecten. Mi pasado tiene piel oscura, y algo dentro de toda esta pena me ha enseñado a golpe duro y arduo latigazo que no importa la sangre compartida por los siglos de este mundo, pues sólo remanece lo vivido con aquellos que por voluntad propia han caído a mi lado.

1 comentario:

  1. Para perder la cabeza. Pinta de una tarde en soledad con nubes otoñales, hojas que ya no crujen en la calle y miradas ocultas bajo paraguas húmedos, mientras sentado en silencio y en casa corren las palabras en la cabeza, hilando de manera sublime la estridencia de preguntas y respuestas obvias para uno. Más son incomprensibles para el resto, que no son mas que el resto. El invierno ya toca la puerta...

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