miércoles, 27 de abril de 2011

Despedida incierta

Soy tan ajena a esta realidad que subyuga,
porque la pena me mata desde dentro,
son otros los pesares que carga mi espalda,
el llanto se condensa y mi alma se arruga.

Tan pequeña me siento cada noche,
con la sal curtiendo el cuero en mi rostro,
bebiendo ese veneno amargo de ausencia,
muriendo con la boca llena de reproche.

Necesito pronunciar ese doloroso adiós,
pero yace cobarde en estos labios;
tan pálidos, tan fríos, tan vírgenes.
¡Olvidadme pronto mundo sin Dios!

Pura pena enmarañando en mi pecho dolor,
tristeza tejida para el invierno eterno,
tierra mojada con sueños rotos,
abrigos de papel para la lluvia sin color.

Tierras yermas en donde la pena muere,
condena eterna de soledad alterna,
universo negro, atado al mortal ya eterno,
el oscuro vórtice sólo a mí me quiere.

Esta existencia mía se apaga ya sin vida;
todo es como un amanecer perdido,
como crepúsculo arraigado e infinito,
¿dónde me llevará este pasaje sólo de ida?


No, ya no hay retorno...

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